
Libro recomendado

Libro recomendado

Ganador novela infantil

Ganador novela juvenil

Ganador novela juvenil

Ganador novela negra

2do Premio novela ci-fi

2do Premio novela policial
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
Te cuento sobre mí
De esta manera me convertí primero en lector, después en escritor. Un brevísimo recorrido por mi vida literaria.
Me críe en una casa repleta de libros.
Había decenas, cientos, miles.
Demasiados.
Bueno, no: nunca son demasiados libros.
Desde pequeño leía historietas y libros ilustrados. Me gustaba, sobre todo, ¡Qué gente tan laboriosa! del dibujante y escritor Richard Scarry. Casi siempre sus ilustraciones eran a página completa y estaban llenas de detalles. Entonces, había una historia, la principal, y otras pequeñas que se asomaban en cada esquina, cada ventana, cada vereda.
También me fascinaba leer las historietas de Ásterix, el gran guerrero galo. Amaba, sobre todo, ese contrapunto que se daba con Obelix, su enorme y un poco tonto compañero; la idea de la dupla despareja me acompaña hasta el día de hoy en muchos de mis escritos. Otro tipo de libros que me fascinaba eran los Elije tu propia aventura, unas historias en las que el lector era el protagonista: “Eres el piloto de un submarino que debe descubrir la Atlántida”. Sentía que yo era parte de ese desafío, que estaba adentro del libro.
Pero la novela que me convirtió en lector fue El llamado de la selva de Jack London. La saqué de la biblioteca de mi casa solo porque me gustó la tapa: dos perros luchaban entre sí. Tardé un mes en leerlo, en pleno verano. Hacía mucho calor, así que me sentaba todas las tardes a la sombra de un gran árbol que había en el fondo de mi casa para poder ser parte de las aventuras de Buck, un perro que tiraba trineos en el frío de Alaska. Descubrí dos cosas: que con los libros podía conocer lugares remotos y fascinantes; y que podía sentir y vivir como un perro… ¡algo que es absolutamente imposible por otro medio que no sea la literatura!
Así fue como me dije… ¡quiero más de esto! Y me convertí en el lector que soy: voraz y, sobre todo, libre: sigo leyendo cómics, libros ilustrados, novelas infantiles, historias para adultos, poesía, teatro y lo que caiga en mis manos.
Años más tarde, al terminar el colegio secundario, decidí estudiar Bellas Artes, pero, aunque amo la plástica hasta el día de hoy, muy pronto comprendí que no era para mí. Me di cuenta el día que escapé de la clase de pintura para terminar de leer un libro: Crimen y castigo. Así que dejé todo y ahí me fui, a tratar de convertirme en escritor.
Fue un trabajo arduo: perdí más de cien concursos a lo largo de siete años. Uno, otro, otro, otro, otro: a nadie parecían gustarle mis cuentos y novelas, hasta que el final… empecé a entender cómo se escribía y las cosas empezaron a cambiar.
Carezco de talento; si algo he logrado en el mundo de los libros, es a puro esfuerzo. Tanto amo los libros, tanto quiero a la literatura, que al final gané por cansancio.
Publiqué ensayos para adolescentes, relatos policiales, novela negra, historias infantiles y libros para jóvenes. Escribo reseñas literarias y doy cursos y talleres sobre como incentivar a otros para que lean y escriban. He participado en charlas y mesas redondas en ferias y encuentros literarios. Todo lo hago con amor y profundo respeto por mis lectores.
Gané, también, algunos premios. Si tengo que ser sincero… se sintió bien después de haber perdido tantos. Pero, el cualquier caso, solo abrieron puertas, lo que no es menor, pero hay algo que es mucho más importante: una puerta abierta es una posibilidad de encuentro entre un escritor y sus lectores.
También puede tomarme otra revancha, de esas que nos hacen pensar que no todo está perdido: con unos cuantos años en las espaldas, pude por fin cumplir el sueño de ilustrar mis propios libros, un camino que sigue abierto hasta el día de hoy.
La vida tiene vueltas, es imperfecta, se mueve, cambia, crece, a veces destruye algo, pero si uno sabe esperar, también nos edifica. Con los libros, los buenos, los que aspiro sin mucha suerte a escribir, pasa exactamente lo mismo: nos ayudan a ver, a creer, a amar, a ser. Y a sentirnos más cerca del corazón del otro.

Estoy convencido de que necesitamos el policial para poder pensarnos, para intentar entender qué clase de sociedad somos.
Ezequiel Dellutri para Telam
