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Borges y yo

  • Foto del escritor: Ezequiel Dellutri
    Ezequiel Dellutri
  • 17 nov 2024
  • 2 Min. de lectura

Una torpe reflexión sobre la figura de Borges



Borges es un mal necesario, una de esas enfermedades en las que uno cae en cama feliz porque implican un cambio en la rutina. La literatura argentina siempre fue bestial, violenta, barbárica: un reflejo contundente de una forma de ser y actuar. Borges vino a traer un poco de sutileza foránea; la compensó con algo que sí es muy nuestro: una conciencia plena de la mentira, del torcer la verdad para construir a partir del engaño.


Dentro del policial, género al que he dedicado parte de mis esfuerzos como escritor, Borges hizo mucho y defendió a ultranza el clásico relato de detectives. Sin embargo, “La muerte y la brújula” me parece un cuento más inteligente que interesante, sobre todo por ese arranque en el que Borges pierde ritmo para mostrar lo mucho que sabe sobre la cábala. En cambio, en “Emma Zunz” logra una historia contundente, con un uso preciso del lenguaje y un final memorable. Es cierto que no parece un cuento de Borges y, sin embargo, tiene todos sus aciertos.


Además, Borges nos legó una modesta plaga literaria: quienes lo conocieron y cuentan anécdotas inciertas, quienes lo idolatran, quienes tratan de imitarlo abusando casi carnalmente de la palabra “acaso” –cuya utilización acaso habría que prohibir–.

Pero, sobre todo, creo con firmeza que Borges es una hermosa invitación al parricidio.

Autor clásico en sus formas e ideas, dio cierre a una etapa que, digo sin mucha seguridad, clausuró una forma de hacer y pensar la literatura. Hoy, algún crítico pregona, con un retardo notable, que hay que matar al ciego, pero cualquiera que haya intentado escribir de los ochentas para acá sabe que es imprescindible hacerlo. Borges, en su talento, en su recalcitrante egocentrismo literario, es un adversario apabullante, porque ninguna posibilidad existe de vencerlo en su terreno y con sus reglas. Hay que jugarle sucio; es así como la literatura argentina regresa a su verdadero carácter, mucho más vulgar, mucho más furioso, mucho más vital.


Hace mucho que no me encuentro con Borges. A veces, me molesta que haya eclipsado a otros escritores cuya obra me resulta más afín. Otras, atacado de chauvinismo, agradezco que tamaño escritor haya nacido en estas tierras. En cualquier caso, cuando me lo cruzo ya no desvío la mirada; sé que no va a devolvérmela, así que estamos en paz.



 La ilustración es de Marcelo Marchese.

La viñeta es de Rep.

Junio de 2016.

 
 
 

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